REFLEXIÓN Y ORACIÓN EN LA ELECCIÓN DEL NUEVO PROVINCIAL Y SU
DEFINITORIO
PROVINCIA FRANCISCANA DE LOS XII APOSTOLES DEL PERÚ
Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que Él
quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a Doce para que estuvieran con él,
y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Así
instituyó a los Doce” (Mc 3,13-16). Jesús agregó: “No son ustedes los que me
eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que
vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en
mi Nombre, él se lo concederá” (Jn 15,16). Pero el Señor exhortó: “Yo soy la
vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho
fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5). Que, por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos
está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los
leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den
también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni
provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el
que trabaja merece su sustento” (Mt 10,7-10). A escuchar estas palabras del
evangelio nuestro Padre Francisco se emocionó mucho.
En efecto, el 24 de febrero de 1209, estando Francisco
oyendo misa en la Porciúncula, oyó leer el pasaje del Evangelio en que Jesús
envió a sus Apóstoles a predicar. Después hizo que el sacerdote le expusiera
más minuciosamente ese Evangelio. El sacerdote se lo explicó punto por punto; y
cuando Francisco oyó que a un discípulo de Cristo no le es lícito poseer oro ni
plata ni cobre, ni llevar bolsa ni alforja ni báculo para el camino, ni tener
zapatos ni dos vestidos, sino que debe predicar el reino de Dios y la penitencia,
se alegró grandemente en espíritu y exclamó: «Esto es lo que yo quiero, esto es
lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en
práctica». Al punto se quitó los zapatos, lanzó el bastón que llevaba en su
mano, tomó una cuerda en vez del cinturón de cuero y se hizo un vestido de tela
burda, grabando sobre él la señal de la cruz. También se esforzó en cumplir con
el mayor esmero y con el más profundo respeto todo lo demás que había oído en
aquella misa, «pues -añade su biógrafo- nunca fue oyente sordo del Evangelio
sino que, confiando a su feliz memoria cuanto oía, procuraba cumplirlo a la letra
sin tardanza» (1 Cel 22; TC 25; LM 3,3-4).
Lo nuevo y característico del ideal del Hermano Menor no
consistía en considerar el Evangelio como norma y regla de la vida cristiana y
de la perfección moral. Ningún cristiano y menos un fundador de Orden religiosa
ha podido jamás pensar de distinto modo. Todo cristiano está obligado a cumplir
la ley moral del Evangelio. El Pobrecillo promete además guardar también los
consejos evangélicos de obediencia, pobreza y castidad, y por ello se distingue
de los demás cristianos, como los Apóstoles se distinguían de los demás
discípulos de Cristo. Por eso los Padres de la Iglesia no tienen reparo en
afirmar que la vida religiosa es la verdadera, la única vida evangélica y
apostólica. Verdad es que esta sublime idea del estado religioso se oscureció
en gran manera más tarde, debido a la relajación siempre crecientes de la vida
eclesiástica.
San Pablo nos recuerda las causas de nuestra vocación
franciscana: “Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de
sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo
para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para
los que han sido llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios
es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más
fuerte que la fortaleza de los hombres. Hermanos, tengan en cuenta quiénes son
los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando
humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles. Al contrario, Dios
eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el
mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y
despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá
gloriarse delante de Dios. Por él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por
disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en
santificación y redención, a fin de que, como está escrito: El que se gloría,
que se gloríe en el Señor” (I Cor 1,22-31).
El mismo Señor en su oración resaltó la forma de vida evangélica
en minoridad: "Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has
ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y se las has revelado a la
gente sencilla. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por
mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre
sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos
los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes
mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán
alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana" (Mt 11,25-30). Y a los
de corazón pobre Dios siempre escucha: "Padre, te doy gracias porque me
has escuchado. Yo sé que siempre me escucharás, pero lo digo por la gente que
me rodea, para que ellos crean que tú me has enviado" (Jn 11,40-42).
En las vísperas de celebrarse un capítulo más de nuestra querida
provincia me permito mencionar algunos puntos de reflexión y oración para el
éxito de nuestro capitulo provincial:
1)
La urgencia de anunciar el Evangelio sin rebajas
(Jn 6,67):
Jesús, luego de su resurrección, les aclaró: “Todo poder se
me dio en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18). Les confirmó el don del Espíritu:
"¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los
envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el
Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen,
y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Jn 20,21-23). Los envió
a los apóstoles al mundo entero, para hacer discípulos de todos los pueblos y bautizarlos
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a cumplir
todo el evangelio y que él mismo estará acompañando en la misión hasta el fin
del mundo (Mt 29, 19-20). La Iglesia hace esto presentando el Evangelio sin
rebajarlo: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas. No he venido
a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una letra
ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que
todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y
enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de
los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en
el Reino de los Cielos” (Mt 5,17-19).
2)
El anuncio del escándalo de la cruz (I Cor 1,23)
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera
venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a
causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero
si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el
Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y
entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras” (Mt 16,24-27). El anuncio
del Evangelio del Reino de Dios se concretiza en el anuncio de
"Jesucristo, y Jesucristo crucificado" (1 Cor 2, 2). Es precisamente
este escándalo de la cruz el que humilla la "soberbia" de la mente
humana y la eleva para que acepte la sabiduría que viene de lo alto.
Aquí conviene tener mucho cuidado. No solo se trata de
anunciar la cruz, sino de vivir el escándalo de la Cruz, caso contrario la misión
no funcionará: Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: "Los escribas
y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que
ellos les enseñan, pero no se guíen por sus obras, porque no viven lo que
enseñan. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás,
mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo” (Mt 23,1-4).
3)
Iglesia de mártires (Hch 1,8)
Jesús aclaró con anticipación que: “En el mundo tendrán que
sufrir mucho; pero tengan valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16,33). Dijo también:
“Yo los envío como ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes
y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los
tribunales y los azotarán en sus sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante
gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando
los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que
deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los
que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano
entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo;
los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán
odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin
se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen
en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las
ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre” (Mt 10,16-23),
El Cristo crucificado está íntimamente ligado a la Iglesia
crucificada. Es la Iglesia de los mártires, de los de los primeros siglos hasta
la de los numerosos fieles que, en ciertos países, se exponen a la muerte
simplemente por ir a la Misa dominical. […] Jesús predice: "Si me
persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes" (Jn 15, 20). Por
eso, la persecución es la corona de la Iglesia, es una cruz que debe
envolvernos en la misión de cada día. Pero la persecución no siempre es física,
existe también la persecución de la mentira: "Felices ustedes, cuando sean
insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de
mí" (Mt 5, 11).
4)
En medio de las dificultades ser testigo de la
verdad (Jn 14,6)
Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: "Si
ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos,
entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres" (Jn 8,31-32). El
mismo Señor los consagró en la verdad a sus apóstoles. “Ellos no son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad. Tu palabra es verdad.
Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me
consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad” (Jn 17,17-19). De
modo que, este es el gran reto que tenemos como hermanos menores y eso es lo
que nuestro Padre San Francisco nos plantea cuando nos dice: La regla y vida de
los Hermanos Menores es esto: Vivir el santo evangelio se nuestro Señor Jesucristo”
(RB I).
5)
Ser promotores del don de la fe (Lc 17,5)
El padre del muchacho endemoniado le dijo: "Señor, ten
piedad de mi hijo, que está poseído y está muy mal: frecuentemente cae en el
fuego y también en el agua. Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron
curar. Jesús respondió: ¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré
con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí. Jesús
increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento quedó
curado. Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en
privado: ¿Por qué nosotros no pudimos expulsar ese demonio? Porque ustedes
tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano
de mostaza, dirían a esta montaña: Trasládate de aquí a allá, y la montaña se
trasladaría; y nada es imposible para quien cree y tiene fe"(Mt 17,15-20).
La fe como don de Dios hay que pedírselo con mucha convicción como aquel otro
padre del muchacho endemoniado. Jesús le preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo
hace que está así? Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en
el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de
nosotros y ayúdanos. ¡Cómo es eso que si puedes...!, respondió Jesús. Todo es
posible para el que cree y tiene fe. Inmediatamente el padre del niño exclamó:
"Creo, pero aumenta mi fe" (Mc 9,22-24).
La base de la misión encargada es la fe y la fe devota se
mantiene viva gracias a millones de fieles sencillos que están lejos de ser
llamados teólogos, pero quienes, desde la intimidad de sus oraciones,
reflexiones y mantienen una fe viva, por eso pueden dar profundos consejos a
sus religiosos, hermanos menores. Son ellos los que "destruirán la
sabiduría de los sabios y rechazarán la ciencia de los inteligentes" (1
Cor 1, 19). Esto quiere decir que cuando el mundo, con toda su ciencia e
inteligencia, abandona el logos de la razón humana, el Logos de Dios brilla en
los corazones simples, que forman la médula de la que se nutre la espina dorsal
de la Iglesia santa (Ef 5,27).
ORACIÓN PARA EL ÉXITO DEL CAPITULO PROVINCIAL (17-22 de
Noviembre del 2014)
Oh Señor, aquí estamos, reunidos en tu Nombre. Toda la
Provincia franciscana de los XII Apóstoles del Perú ven a nosotros y permanece
con nosotros. Dígnate penetrar en nuestra sabiduría y entendimiento para saber
discernir según tu voluntad sobre el futuro y la misión de nuestra Provincia.
Enséñanos lo que hemos de saber y hacer, por dónde debemos
caminar, y muéstranos lo que debemos practicar para que, con tu ayuda, sepamos
agradarte en todo. Sé Tú la único motivación de nuestras decisiones; Tú, el
único que, con Dios Padre y su Hijo, posees un nombre glorioso, no permitas que
quebrantemos la verdad y la justicia, Tú, que amas la suprema equidad: que la
ignorancia no nos arrastre al desacierto; que el favoritismo o interés personal
no nos permita desviarnos de tu voluntad; que no nos corrompa la acepción de
personas o de cargos. Por el contrario, únenos eficazmente a Ti, sólo con el
don de tu Gracia, para que seamos uno en Ti.
Lo mismo que estamos reunidos en Tu nombre, así también, haz
que mantengamos en todo la justicia, moderados por la piedad, para que, hoy,
nuestras opiniones en nada se aparten de Ti, y, en el futuro, obrando
rectamente, consigamos los premios eternos. Amén.
V/ Santa María. R/ Ruega por nosotros
ORACIÓN PARA LA ELECCIÓN DEL NUEVO PROVINCIAL
Señor Jesucristo, Tú eres el Buen Pastor, y nunca descuidas
tu rebaño. Tú nos diste vida para que podamos vivir, y nombraste pastores según
tu corazón para guiar a tu pueblo con la palabra y con el ejemplo para igualmente
entregarse por amor. Te damos gracias por el ministerio del Ministro provincial
saliente y por su servicio a la Iglesia y al Perú. Te pedimos que ahora le des
un período de fecundo descanso y oración, de gratitud y alabanza.
Te pedimos, Señor Jesús, con el Padre, que envíes al
Espíritu Santo a nuestra Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú
una vez más. En particular, guía a los hermanos capitulares quienes ejercerán
el deber y el privilegio de elegir a un nuevo Ministro Provincial. Guía sus
deliberaciones y decisiones con sabiduría divina e intuición Santa.
Señor Jesús, da al nuevo Provincial, que sea elegido, abundancia
de santidad y fortaleza, para llevar a cabo la misión que le encomendarás. Que
tu Palabra reine en su vida, y que todas sus palabras y acciones encaminen a la
Provincia hacia ti, supremo y eterno Pastor, y único mediador entre Dios y la
humanidad, y que María Santa, la Reina Inmaculada de la Iglesia lo guíe, que el
Pobrecillo de Asís sea su luz y la fuerza de tu Espíritu lo cubra con su Santo
amor. Porque tú vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
"Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos
a cuál de los dos elegiste para desempeñar el ministerio del apostolado, en el
cargo del Ministro Provincial" (Hch 1,24-25): X… o Y…?